Hoy vamos a señalar desde Advisor Abbate un aspecto que creemos que debe ser un puntal para el desarrollo de empresas o otras organizaciones.
El avance y la complejidad de las tecnología conlleva que la generación, diseño y comercialización de nuevos productos y servicios provengan de un entorno donde se aglutinen conocimientos de un creciente número de disciplinas, maneras de hacer y de experiencias. La velocidad de los cambios en los mercados y modelos de negocio es enorme y además son evolutivos.
Es fácilmente constatable que el origen de la innovación ya no es único y que es muy difícil que las empresas puedan asumir en solitario la necesidad de nuevos productos o servicios, por muchos recursos con los que puedan contar en sus departamentos de innovación o unidades de I+D.
Actualmente, resulta prácticamente imposible hablar sobre las capacidades de innovación de un país, una ciudad o una empresa sin mencionar el concepto de ecosistema. El término ecosistema de innovación describe el papel e interrelación de diferentes actores independientes trabajando conjuntamente con el objetivo de facilitar el emprendimiento y la innovación de forma sostenible en una determinada ubicación.
Una mayoría de definiciones considera como principales actores de esta relación a los emprendedores, las universidades y sus centros de investigación y a los inversores o proveedores de capital riesgo necesarios para poner en marcha nuevas empresas, sin olvidar tampoco al importante papel que pueden ejercer también en estos ecosistemas los gobiernos o administraciones públicas y las grandes empresas o corporaciones ya consolidadas en un determinado mercado.
El objetivo de un ecosistema de innovación es mantener el equilibrio, en el sentido de mantener el mercado funcionando y mantener las empresas competitivas y al día con los cambios tecnológicos, sociales y culturales, que estamos atravesando como sociedad. Las dos grandes vertientes que conforman los ecosistemas de innovación son la economía del conocimiento, que está fundamentada en la investigación, y la economía comercial, dirigida por y para el mercado. El ecosistema debe sumar los esfuerzos de estos dos polos para ofrecer proyectos innovadores que tengan un impacto real en el día a día de los consumidores, mejorando en definitiva los productos y servicios que se les ofrece.
El ecosistema de innovación que tenga éxito combinará la excelencia de cada uno de los agentes que intervengan trabajando de forma integral y coordinada las acciones colectivas que faciliten la contribución y la compartición de recursos tales como el talento, las ideas, las infraestructuras, el capital o las conexiones.