La vorágine tecnológica y de innovación que nos acompaña en nuestra vida diaria no cesa de inundarnos con informaciones sobre sus beneficios, algunos ya los disfrutamos y otros están aún por llegar. Está dinámica ya forma parte de nuestro modus vivendi y eso nos ocurre especialmente a los que vivimos en países o regiones desarrolladas con una economía bien integrada en estos tiempos de aceleración tecnológica. Esa revolución está incrustada en los parámetros de productividad y eficiencia operacional de las empresas o de otras organizaciones económicas y políticas.
Pero ¿cómo ese fenómeno puede beneficiar a las economías en vías de desarrollo? Sin duda enormemente y el factor coste va dejando de ser un impedimento para los países más pobres pues precisamente la revolución tecnológica y energética en buena parte está implicando también una reducción de los costes de las soluciones.
Por ejemplo el IoT, internet de las cosas (Internet of things), claramente, como han destacado importantes estudios, puede suponer una mejora drástica del bienestar humano en los países económicamente desfavorecidos donde muchos de los servicios básicos que en las economías ricas damos por consolidados allí son un objetivo que se está tratando de alcanzar.
La agricultura puede beneficiarse de sensores y sistemas que gestionen la información sobre irrigación, acuíferos u otros para mejorar la productividad y la vida de las personas en los lugares donde el agua sea valiosa y poco accesible.
Y sin duda los avances en cuanto a otros suministros como la energía también puede incrementar el beneficio para las sociedades donde esta sea un bien escaso.
Crisis sanitarias o humanitarias como pueda ser el caso de la del virus del Ébola podrían beneficiarse soluciones en la monitorización remota de los afectados ya sea mediante vendajes u otro tipo de ingenios.
Quizá en las sociedades acomodadas ejemplos de cómo el IoT puede conectar nuestra nevera con nuestro smartphone y con el supermercado en el que hacemos nuestra compra sirvan para aumentar nuestra calidad de vida. Pero hay países o zonas en donde que exista una solución de IoT que monitorice la temperatura de un refrigerador que contiene medicinas pueda ser una cuestión, no de calidad de vida, si no de garantizar la vida en sí misma.
Ejemplos ya pueden haber muchos y la lista no está cerrada, a pesar de los problemas, disfunciones y malos usos el ingenio humano va traspasando un límite tras otro y este es el mejor seguro del avance en el bienestar de nuestras sociedades.