La cultura e idiosincrasia de un país o de un territorio es un factor muy destacado en cuanto a cómo puede impulsar o frenar las iniciativas de riesgo de su población, individualmente y como colectivo. Y por tanto esa cultura nacional influye en la predisposición a innovar. Sobre esto hay interesantes estudios de Rapaille y Roemer centrados en las dimensiones de seguridad y superación. En su análisis concluyen que serán más proclives a la innovación y, de esta manera favorecerán el crecimiento económico y el progreso social, aquellas sociedades que premien a través de sus estructuras la protección y la seguridad como mecanismo de defensa de la propiedad y que por otro lado estimulen también la superación, como predisposición al cambio y asunción de riesgos en aras del obtener mejoras.
En el Índice Mundial de Innovación se examinan “políticas eficaces de innovación para el desarrollo” y se exponen nuevos métodos que pueden aplicar los encargados de la adopción de políticas de las economías emergentes para fomentar la innovación y promover el crecimiento, valiéndose de las ventajas a nivel local y propiciando un entorno nacional saludable en materia de innovación.
Suiza, Suecia,el Reino Unido, Holanda y los Estados Unidos de América fueron en 2016, conforme al Índice Mundial de Innovación , las cuatro naciones más innovadoras.
En lo que respecta a la calidad de la innovación, que se evalúa sobre la base de los resultados de las universidades, la difusión de artículos científicos y la dimensión internacional de las solicitudes de patente, pocas economías sobresalen. Los Estados Unidos y el Reino Unido se sitúan por delante, en gran parte dado que cuentan con universidades de primera clase, seguidos a poca distancia por el Japón, Alemania y Suiza. Entre las economías de ingresos medianos con los mejores resultados en cuanto a la calidad de la innovación están China, el Brasil y la India, y China deja cada vez más atrás a los demás.
Algunos como los de Hofstede sacan la conclusión de que hay diferentes modelos según como la cultura de los países está situada respecto a varias dimensiones, de estas las que influyen más en la capacidad de innovar son la escasa aversión al riesgo, el alto grado de individualismo, la poca distancia con el poder y la orientación al largo plazo. En este sentido hay cuatro modelos culturales de referencia que resultan muy favorables al desarrollo de la innovación: los países de cultura anglosajona, germánica, nórdica escandinava y oriental.
La cultura latina europea propia de los países mediterráneos, con variaciones según el país, tiene un papel más indiferente respecto a la innovación, contando con grandes limitaciones como un sentimiento colectivo muy alto, orientación más bien cortoplacista y distancia media-alta al nucleo de poder. Por otro lado dos culturas que son menos positivas para el desarrollo de innovaciones son la cultura árabe y la latinoamericana, lo que se puede acrecentar también por el bajo desarrollo, la alta desigualdad social y la inestabilidad política.